lunes, 2 de agosto de 2010

LOS TERCIOS DE OMAR CANDELA. 8ª entrega


X-Capitalista

-Me ha dao un número de teléfono pa que la llame dentro de un mes -dijo Omar poco después de que el Cañita pusiera el coche en marcha.
-¿Con el prefijo de Málaga?
-Sí.
-Será que espera venir a pasar unos días a solas por aquí, sin el marido. Voy a anotarlo en la agenda pa recordarte la cita, porque a esa gachí sí conviene que te la cameles. Nos puede ayudar una pechá con tu carrera. ¿Te has aliviao, o quieres que te lleve con la Nancy?
-¿Aliviao? Sólo me han medío la polla. Yo hubiera podío echarle un polvo a cá una si no llega a venir el alcalde.
-Oye, por curiosidad... ¿te dijeron cuánto medía?
-Sí. Veintitrés centímetros.
El Cañita sonrió con picardía.
-Pues ya sabes; si no llegas a figura del toreo, tendrías un medio para ganarte la vida: hacer películas porno.
-¿Duda usted que pueda llegar a mataó? -preguntó Omar, alarmado.
El Cañita se compadeció de la ansiedad de su mirada.
-No, qué va. Era una broma.
El joven inspiró hondo.
Nancy volvió, como otras muchas veces, a pagar los trastos rotos, cosa que le tomaba el doble o el triple de tiempo que con cualquier otro cliente, pero lo hacía con gusto; era el único con quien aceptaba gozar, gozo que aumentaba la contemplación del vigor vehemente e incansable del muchacho debutante. Mas comenzaba a estar precupada, ya que cuando Omar Candela dejaba de visitarla más de dos semanas seguidas, se pasaba el día preguntándose qué le pasaría o si se habría quedado a disgusto la última vez. Una mujer de su clase no podía pensar en tales cosas ni permitir que el corazón corriera como un potro desbocado cuando el niño aparecía en el bar con la expresión de impaciencia de costumbre.
Era sábado, el mejor día, el que le permitía afrontar la crisis de los desanimados lunes, martes y miércoles de todas las semanas. Decidió que tenía que abreviar para no perder dos o tres de los seis trabajos mínimos que tenía que hacer esa noche. Empleó todos los recursos, incluso algunos que sólo conocía de oídas, para lograr que el novillero alcanzara los tres orgasmos en menos de una hora y librarse de él y del desconcertante sentimiento que no podía controlar. Esta vez, se castigó a sí misma por permitirse tener sentimientos, y se negó a gozar.

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