sábado, 1 de mayo de 2010

VIVA ISABEL. Astracanada en 2 ACTOS

CUANDO TODAVÍA TENÍA LA ESPERANZA (ilusoria con las leyes españolas y la conducta mafiosa de casi todas las editoriales catalanas) DE SOBREVIVIR DE MI TALENTO DE ESCRITOR,ESCRIBÍ ESTA ASTRACANADA PARA UN CONOCIDO PRODUCTOR DE TEATRO, QUE ENTONCES CREÍA QUE ERA AMIGO MÍO

REPRODUZCO A CONTINUACIÓN LA PRIMERA ESCENA


ACTO 1
Escena 1, Isabel y Doña Mencía.

Gabinete de la reina. Al levantarse el telón, Isabel II está muy agitada y recorre nerviosamente el escenario de parte a parte, con reiteración. Doña Mencía trata de tranquilizarla.

Mencía:
Sosegaos, Majestad,
que no es cruel indiferencia;
es la bendita inocencia
de quien gran respeto os da.

Isabel:
¿Respeto, doña Mencía?
¿Mientras su tez enrojece
y sus hombros se estremecen?
Al mirarlo, yo diría
que tiene una batidora
triturando sin cesar
venga y toma, toma ya,
metida en la cazadora.
Así es, doña Mencía,
que me estremece y arroba
lo que sus ojos me roban…


Mencía:
Es como todos los días,
pues bien sabes, Majestad,
que los dimes y diretes
por los rincones se meten
y le causan cortedad.

Isabel:
No es cortedad lo que aprecio
cuando sus calzas se inflaman.

Mencía:
Es que todas las mañanas
llegáis con los mismos tercios:
Manoseo por aquí,
manoseo por allá
y apretones acullá.
Y él, siempre en un sinvivir,
porque cuando recorréis
los pasillos de palacio
sea con prisas o despacio,
a todos mano metéis.
Toda la guardia real
va con la bragueta inflada
entre salones y salas
por tu mano, Majestad.
(aparte)
Pues doña Isabel segunda
es como una Marujita
que a todo Dinio le quita
calzoncillos y coyundas
(a la reina)
Pepillo es guardia leal,
pero la rijosidad
que te quema, Majestad,
en la guerra y en la paz,
le produce desconcierto...

Isabel:
Pero a mí me pone ansiosa
que me eluda cual raposa.

Mencía:
No es rechazo, sino tiento;
porque todos chismorrean
en palacio que dejáis
a los que cama les dais
sin empleo ni cartera
cuando de ellos os cansáis...
y siendo así de abusona...

Isabel
¡Doña Mencía!

Mencía:
Sí, Señora,
perdonad si os molestáis,
mas pedís que sea sincera
cuando de chismes os hablo.
¡Deseáis que hable claro
y no sea lisonjera!

Isabel:
Pero ahora exageráis.

Mencía:
(aparte)
¿Exagerar es decir
las verdades del barquero?
Pues a todos deja en cueros
antes y después del sí.
Antes, por rijosidad;
después, por racanería.
Pobres se van cual solían.
(a la reina, con reverencia)
Disculpadme, Majestad.

Isabel:
Yo te perdono, Mencía,
mas a Pepillo lo quiero
como chorizo con huevos...
desayunarlo de día,
de noche y de madrugada,
gozando su lozanía
y la enormidad que ansía
mi pasión desaforada.
Lo que quiero, Menciíta,
es que lo traigas aquí
como quien va a recibir
recado, manda o misiva.

Mencía:
¿Y no debo procurar,
como ordena el reglamento,
firmado el asentimiento
de su jefe, el general?

Isabel
Del general Espartero
poco se puede esperar
aunque sea liberal
y de Londres venidero.
Aunque medito si darle
el encargo de gobierno
no puede mi pensamiento
llegar a considerarle
porque viene cada día
con voces y admoniciones
y afea mis achuchones
con soldados y vigías.
¿Qué mal tiene un revolcón?
¿Qué mal hago con gozar?
¿Quién me puede reprochar
que desahogue mi pasión?
Don Joaquín el Espartero
de cuyo caballo todos
se hacen lenguas con asombro
es demasiado severo.
Si ahora vos le sugerís
que deste Pepillo quiero
catar humores y cielos,
presto hablará con Asís.

Mencía:
¿No parece vuestro esposo
perdonar tu liviandad?
Dada tu rijosidad...
él no se muestra celoso.

Isabel
¿Qué habría de perdonar
el Asís, si no se cosca
y no me da ni una rosca?
Temo la severidad
de Espartero, que enjuicia
cual si yo fuera clarisa
o sor de la Caridad
y a don Francisco de Asís
le calienta la cabeza
como grupa de abadesa.
¡Quiero revolcarme aquí!
Porque este rey consorte
es una patata frita
sin sal, pimienta ni chicha.
¡Es más frío que Monforte
cuando lo cubren las nieves!
No tiene genio ni porte,
es peor que el Polo Norte;
¡sólo mis vestidos quiere!
Porque le gusta un desfile
de modas más que a Cañadas
y se escapan sus miradas
hacia los mozos, por miles.
Tráeme pronto a Pepillo
que me agobian los picores.

Mencía
¿Deseáis que lo decoren
y lo vistan cual Cupido?

Isabel
Bastará con que lo bañen
pero no mucho, pardiez,
porque el olor de cuartel
me pone el vientre que arde.

Mencía
¿Mando, pues, que lo restrieguen
con esponjas y jabones?

Isabel
No, que no me le roben
ese tufillo que tiene
de sobaquillo viril...
masculinas vaharadas...
¡que se me va la mirada
siempre golosa al pernil!

Mencía (aparte, antes del mutis)
Esta reina, vive Dios,
como Penélope va
desde el Tom al Adrián,
metidita a picaflor.
Con tan grande marejada
de su uterino furor
acapara cual mentor
de Marbella concejala.
Es como Carmen Electra.
O como una Mesalina
que viaja en limusina.
Es igual que la princesa
De los fiordos y el salmón.
Pero de esta rebañina
Una verá lo que pilla,
Pues estúpida no soy.

SALE MENCÍA CON UNA REVERENCIA.