martes, 17 de agosto de 2010

LOS TERCIOS DE OMAR CANDELA. 18ª Entrega



XXII – Montera

Manuel Rodríguez miró al médico con aprensión. Sobre la bata verde, cuyo reflejo reforzaba su cutis cetrino, la expresión del facultativo Gilberto Estrada pretendía ser insondable, pero el Cañita supo reconocer la preocupación que subyacía bajo su impenetrabilidad.
-¿Es grave? -preguntó.
-Mira, Manolo, ya te he advertido un pilón de veces que no estás pa esos trotes, que los dos sabemos que el mundo del toro es una guerra sin cuartel. Como no me haces ni puto caso, ¿qué más quieres que te diga?
-¿Voy a morirme?
-Joé, no exageres, hombre. Tienes que dejar la historia esa del torero imposible de Cártama, que me han dicho que es un completo soplapollas y un cobarde que no consigue más que hacerte perder la paciencia. Con el corazón no se juega, Manolo. Desde la muerte de tu mujer, has hecho tó lo contrario de lo que debe hacer un hombre que enviuda a tu edad. En vez de dedicarte a poner remedio a la soledad y a vivir tranquilo, te metes en maratones que sólo puede correr gente más joven que tú. Si quieres que te sea sincero, y perdóname si soy un poco bruto, lo que tienes es que gastar toda esa energía en follar más y preocuparte menos. O sea, búscate una buena mujer que te mime y te ponga la casa y la vida de punto en blanco, y déjate de esas majaretás de los toros, que sólo te da disgustos.
-Estás eludiendo responderme, Gilberto.
-No es tan grave, Manolo, pero puede serlo si sigues como hasta ahora. Sólo tienes una ligera obstrucción de válvulas, pero la cosa puede ir a más. No se te ocurra fumar ni un cigarrillo y deja a... ¿cómo se llama?
-Omar Candela.
-Pues eso. Deja a Omar Candela que se las componga por su cuenta y tú, al avío. El sexo da muchas más energías de las que hay que gastar pa practicarlo. Dale de lado a ese mundo de Vitos Corleones que es el toreo, y ponte el mundo por montera. O sea, a disfrutar.
-Ya no lo apodero.
-¿Has dejao al cartameño? Estupendo. Entonces, ya estás en el buen camino.
-Álvaro García me aconsejó hace poco que hiciera un crucero.
-¡Esa es muy buena idea! Un crucero por el Mediterráneo es el mejor medicamento. Pero no vayas solo. Si no tienes a quien invitar, mira si una... en fin, una prostituta que pudieras convencer de ir contigo...
-También me dijo Álvaro eso mismo.
-Es que, como es boticario, sabe mucho de medicina. Haznos caso, Manolo, y gasta los cuartos en lo que te conviene, no en esa tontería asesina de los toros.
-¿Seguro que no va a darme un infarto?
-Todavía no. Pero te falta el canto de un duro.
Tras abandonar la clínica, El Cañita vagó durante horas por la ciudad. ¡Qué complicado era el corazón! Por un lado, tenía ganas de correr al tentadero, porque sabía que, a esas horas, estaba Omar entrenando sin el toro de mimbre; pero, por otro lado, reconocía que sería una insensatez. Se paró ante el escaparate de una agencia de viajes. Un hermoso cartel anunciaba un crucero por el Mediterráneo Oriental; Dubrovnik, las islas griegas, Tierra Santa, Alejandría... Sí, sería muy feliz en tales lugares, y más si le acompañaba alguna gachí de esas que todavía conseguían exaltarle la líbido, aunque no tanto como la sargenta de Valladolid. Llenarse los ojos de los hermosos panoramas de los lugares más míticos de la Historia aliviaría su corazón.

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