viernes, 30 de julio de 2010

LOS TERCIOS DE OMAR CANDELA. Sexta entrega


VII – Rejón de castigo

El asunto ése de no poder estar con una mujer cuarenta y ocho horas antes de una corrida era un rollo moruno; en la próxima novillada, iba a preguntarle a un compañero si era verdad. Sabía que esa noche tenía que dormir bien, pero ¿quién podía dormir a pierna suelta con una tercera pierna, nada suelta, sino muy firme, estorbando enmedio? Iba a tener que masturbarse o tendría sueños raros otra vez.
-Niño -le dijo su madre-, que ya sabes tú que don Manuel mandó que te acostaras temprano.
-No tengo sueño.
-Son las once y cuarto. Ya es hora de que te acuestes.
-Un ratillo más, mamá. Cuando acabe la película.
-Bueno, un ratillo, pero ni un minuto más... o llamo a tu padre.
-Deja a mi padre tranquilo, que bastante tiene con vigilar la cañaduz de noche, pa que andes llamando al móvil por chuminás.
Libre de la conversación materna, Omar volvió a sus cavilaciones. ¿Cómo sería acostarse con una muchacha de su edad, sin tener que pagarle? Porque sí, porque ella quisiera, con los tiras y aflojas propios de las adolescentes. Desde que la metiera por primera vez en caliente, sólo había estado con la Nancy y otras tías pagadas, además de la guiri de Torre del Mar... sin contar la broma asquerosa que le había gastado el Cañita tres días antes. Joder, ¡un travesti! Escupió involuntariamente y, al darse cuenta, fue al baño en busca de un poco de papel higiénico para limpiar el escupitajo, que la vieja tenía muy malas pulgas y todavía venía de vez en cuando a sacudirle con la esportilla.
Marisa sí que tenía un buen polvo. Bueno, muchos más de uno y otras muchas cosas. Una niña así era lo que necesitaba. El Cañita había conseguido una novillada en Palencia, a menos de cincuenta kilómetros de Valladolid. Ojalá viniera Marisa. Le iba a dar unos cuantos "folladme" escritos con carmín. A ver.

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