miércoles, 22 de diciembre de 2010

UNOS CUANTOS CANTES FLAMENCOS CREADOS POR MÍ

Qué canta
¿Qué canta el agua, qué canta cuando acaricia la proa
de tu barca?
¿Qué dijo el agua, qué dijo mientras mis pies se alejaban
de sus rizos?
¿Qué murmuraba?,
pues con tanta ambición no la escuchaba.

SERRANA
En el árbol del que soy
rama cortada
no queda para mí savia.
Para salvarme
puedo, forjador,
injertarme en cualquier parte
de un almendro en flor.

Solo
Una ventana, abierta persiana,
la luz ahí y no consigo abrazarla.
Aquí estoy; Luis, tan sólo Luis y Luis tan solo.
¿Suena el timbre de mi puerta?
Entre el risco, el tomillo y la retama
mi torrente recorrió senda inversa de la mar.
Aunque templado con soles, la luna me dibujó negras ojeras de ausencias.
¿Suena de mi puerta el timbre? No es mi timbre.
La espera desesperada vedó la temperatura a estos brazos exiliados.
¡Impotente acecho!
¿Suena el timbre de mi puerta? No es mi puerta.
Nadie quiere abrir mi puerta.

FANDANGO
Un jazmín cuido plantado
en el balcón de mi casa.
No verdece ni perfuma,
pero sus tallos me hablan
de los mimbres de mi cuna.

Aridez
Yermo dolor infecundo. ¿De qué sirves tú, ay, de qué?
¿De qué color son tus frutos?
¿Quién cosechará la mies?
Tu largo peregrinar por los ríos de mis venas, ¿a dónde te llevará?
Torpe dolor, ciega rabia. ¿Cuándo me liberarás?

TONÁ
Cuando se abren los claros del día
sale a relumbrar
un sol que no caldea mis entrañas, madre,
tan lejos del mar.


Máquina
Llegar, cruzar presuroso el umbral; pasar, decir "buenos días";
mirar airado al que no responde; y seguir.
Así uno y cada día.
Subir, bajar la palanca; pulsar el botón; ya en marcha el motor, pisar el pedal;
cuidar las evoluciones del sedal.
Señor; qué monotonía, qué aburrimiento, qué hastío.
¡Quiero remar en mi huerto!

JABERA
Ese ambicionado mar,
¡cuántas caricias me debe!
Cuántas manos han faltado
en el fuego de mis mieles.
¡Cuántos besos no me han dado!

Manos
Manos fuertes,
recias manos, como un acebuche adulto. Como un algarrobo altivo.
Manos cálidas, tibias manos, engendradoras.
Suaves para estremecer.
Manos como tenazas, las manos,
para frenar las caídas.
Como un tónico, las manos, para endulzar los temores.
Como un refugio, las manos, como un puerto en la galerna.
Como raso en la caricia.
Como una ola en el fuego y como un fuego en el hielo.

PIYAYO
El alma que me has robado
a veces llora sin penas
y a veces, muere en tus brazos.
¡Que sea larga mi condena!

Ventanilla
Stop, pare, prohibido seguir, prohibido aparcar,
prohibido entrar. ¡Prohibido soñar!
Gire a la izquierda; necio, no, ¡a la derecha!
Siga, tuerza; póliza de veinte euros, ventanilla seis.
Suba las escaleras, no olvide las reverencias, golpee la quinta puerta.
Imbécil, ¿tengo que repetirle otra vez que es la cuarta a su derecha?
¿De parte de quién le digo? ¿De Luis, sin apellido?
Puede que esté reunido, veré si puede atenderle.
¿Está solo, dice? ¿Quién dejó a este majadero llegar hasta mi despacho?
¡Usted debe ir al psiquiatra!

ALEGRÍAS DE CÓRDOBA
Preguntaré al cartero, cartero
que cuándo viene,
la carta que a mí nadie, ay, nadie
mandarme quiere.

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