lunes, 24 de octubre de 2011

EL GATO Y LA BRUJERÍA



Popularmente a las brujas se las asocia con ciertas imágenes.
El típico sombrero negro, viejas y feas, con espantosas verrugas en la nariz, un gato negro de compañero, la infaltable escoba para volar, y un gran caldero humeante al fuego...
Pero no todas las historias sobre brujas las pintan tan horripilantes, algunas hablan de mujeres muy hermosas, con ojos seductores, y que tienen la capacidad mágica de transformarse en cualquier otra persona o animal, y con sus encantos logran sacar ventaja de otros y someterlos a su poder.
En la tradición Celta se relata que las brujas consideraban como sus mejores amigos a los gatos erizos, en especial los de color negro. La Bruja utilizaba a su gato, como su sirviente mensajero o secretario y también se decía que era alguna persona transformada por un conjuro, doblegando su voluntad.

Durante la Edad Media nace la falsa creencia de considerar al gato negro como de mal agüero, por pensar que cumplían mandatos de las brujas y esto dio lugar a que los fanáticos sacrificaran a miles de estas bellas e inocentes criaturas. En otros continentes como el Africano los brujos de las tribus zulúes preferían a los gatos de color cobrizo en lugar de los negros.
Según cuenta la leyenda, en el Arca Noé, los ratones se reproducían de una manera alarmante, haciendo peligrar las provisiones por lo que Noé preocupado solicitó ayuda del Señor, quien le indicó que debía acariciar tres veces la cabeza del león. Noé hizo lo que Dios le dijo y el león estornudó surgiendo de sus fosas nasales una pareja de gatos que restablecieron de inmediato el equilibrio en la embarcación.
El gato es un felino cuya historia y origen se remontan al antiguo Egipto.
Los egipcios inoculaban a los gatos algunas gotas de su sangre para protegerlos de las enfermedades y los malos espíritus. Estaba prohibido matar a un gato, y la pena por hacerlo era de muerte, era tanto el respeto que existía por este noble animal que cuando el gato moría los egipcios se afeitaban las cejas en señal de duelo.
Los gatos eran animales salvajes que comenzaron su proceso de domesticación hacia el año 3000 a. C., debido a la abundancia de ratones que pululaban en los silos de grano que existían en Egipto. El gran valor del gato como cazador de ratones hizo que los egipcios intentasen y lograsen su convivencia doméstica, pese a lo cual el gato no perdió su status divino. La religión del antiguo Egipto incluyó el gato entre sus símbolos sagrados, estaba considerado como la reencarnación de los dioses en el trance de comunicarse con los hombres y manifestarles su voluntad.
La misma belleza del animal hizo que la diosa Bastet, símbolo de belleza y fecundidad, fuese representada con cabeza de gato.
Fue tal la adaptación del gato a la vida cotidiana de los egipcios, que su muerte era motivo de duelo familiar; Herodoto, en Los nueve libros de la Historia, manifiesta que los moradores de la casa se rapaban las cejas en señal de duelo. Tras su muerte, su cuerpo se embalsamaba y momificaba en locales sagrados, y en el lugar de su enterramiento se colocaba junto a ellos ratones embalsamados. En 1890 fueron halladas en la ciudad de Bubastis amplias necrópolis con más de 300.000 momias de gatos.
Los griegos, conocedores del valor del gato como cazador de ratones, intentaron comprar una pareja para hacerlos criar en Grecia; dada la naturaleza sagrada del gato los egipcios se negaron a esta transacción. Pero los griegos, a pesar de este argumento o quizá debido a él, robaron una pareja que llevada a Grecia extendió la raza al resto de Europa.
Para los antiguos griegos, el origen del gato se remontaba a Artemisa, diosa de la caza, que había dado vida al gato para poner en ridículo a su hermano Apolo, que previamente había creado al león para asustarla.
Otra leyenda explica porque los gatos tienen su cola doblada, los gatos siameses tenían la misión de proteger las ánforas llenas de oro en los templos dedicados a las divinidades. Estos animalitos cumplían tan bien su tarea que de mirar la vasija sus ojos se volvieron estrábicos, y como sujetaban firmemente las asas con su cola esta tomó la forma que le conocemos.

Por otra parte los Celtas creían que los ojos de los gatos representaban las puertas que conducían hacia el reino de las hadas.
Entre los galos, se castigaba la muerte de un gato con el equivalente de una oveja y su cordero, o a la cantidad de trigo necesaria para cubrir completamente el cadáver del gato suspendido por la cola, con el hocico tocando el suelo.
Los gatos llevaron una existencia más que placentera hasta que la Iglesia, hacia mediados del siglo XIII, comenzó una terrible persecución contra ellos, considerándolos como símbolo del diablo y cuerpo metamórfico de las brujas.
El gato aparecía ligado al paganismo de la Edad Media a través del culto de la diosa Greya, diosa del amor y de la curación según la mitología nórdica.
Esta diosa guardaba en su jardín las manzanas con las que se alimentaban los dioses del walhalla y en su iconografía aparecen dos gatos tirando del carro de la diosa y, como dice Julio Caro Baroja, una tergiversación de origen mítico es la de "confundir al animal que acompaña a un numen o divinidad con la divinidad misma". Por ello, el gato se convirtió en la base de las "purificaciones" de la Iglesia.
El aniquilamiento de los gatos fue de tal magnitud que cuando la peste negra azotó Europa en el siglo XIV, causando más de veinticinco millones de muertos, apenas sí quedaban ejemplares para luchar contra las ratas, principales propagadores de la enfermedad. Y sin ninguna duda, la plaga fue tan devastadora debido al desenfrenado exterminio de los gatos. La Iglesia alentó de tal forma la persecución de los gatos que llegó a convertirse en espectáculo la quema de estos pobres animalitos en las hogueras de la noche de San Juan.
En el siglo XIV, el Papa Clemente decidió acabar con la Orden de los Caballeros Templarios, acusándoles de homosexualidad y de adorar al demonio en forma de gato.
En el año 1400, la especie estuvo a punto de extinguirse en Europa. Su existencia se reivindica a partir del siglo XVII debido a su habilidad para la caza de ratas, causantes de tan temibles y desoladoras plagas. A partir del siglo XVIII el gato vuelve a conquistar parte de su antiguo prestigio, y no sólo se utiliza como cazador de roedores e insectos, sino que su belleza lo hace protagonista de cuadros, muy especialmente de los de la escuela inglesa, y de motivos escultóricos.
Para controlar a las ratas a bordo de los barcos, los armadores del siglo XVIII decidieron embarcar gatos. Allá donde naufragaban los barcos, los gatos solían escapar con vida. Esto explica cómo estos felinos han llegado a lugares tan dispares como la isla de Marion, en la zona subantártica, o a las Galápagos.

La historia de la brujería en el País Vasco relata un sin número de anécdotas sobre la transformación de las brujas y brujos en animales. Todas son de índole similar. En una de estas historias la protagonista, cansada de que un gato se bebiese la leche recién ordeñada todas las noches, esperó al animal y consiguió en su persecución herirle en una pata. Al sentirse herido el animal gritó como un ser humano. Al día siguiente una pobre vieja, considerada como bruja, amaneció herida en una pierna lo que acrecentó más aún esta creencia

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