lunes, 16 de diciembre de 2013

La historia de superación de una militar violada por sus compañeros

El sueño de Jessica Kenyon se convirtió en pesadilla. Y es que nunca habría podido imaginar que ese año en el que se convirtió en mecánica de los helicópteros del Ejército estadounidense, cumpliendo así una de sus máximas aspiraciones, sería atacada sexualmente tres veces distintas, sufriendo el acoso y las represalias de sus compañeros y superiores.
Su periodo militar acabó abruptamente en 2006, apartada de sus obligaciones al quedarse embarazada después de una violación. El infierno de esta mujer estaba a punto de empezar; un trauma que no sería capaz de quitarse en mucho tiempo, provocándole intensos sentimientos de tristeza, soledad y traición.
“Entré en una espiral de depresión. Todavía estaba tratando de probarme a mí misma, mientras iba cuesta abajo física y emocionalmente”, revela.
Su vuelta a casa no fue sencilla, por su embarazo y con los meses que había tenido que vivir aún en la memoria. Sin embargo, Jessica hizo lo posible por seguir adelante y decidió casarse con un amigo de toda la vida, la única persona a la que ella había acudido tras el primer ataque. Pero todo se torció; unas semanas antes del enlace abortó y empezó la pesadilla. La depresión hizo mella en ambos y cayeron en la bebida, provocando situaciones muy tensas y violentas que Kenyon las define como peleas “bastante feas”-
“Fue una época extremadamente oscura. Cuando yo entraba en la espiral de depresión y enfado había siempre una botella allí. Es obvio que no te ves a ti misma como una buena persona, o como una amiga o confías tus sentimientos. Están todas esas voces oscuras en tu cabeza y son lo peor”, recuerda de ese periodo, en el que incluso llegó a plantearse el suicidio.
“Era más efectivo para asegurarme que mi familia no sufriese igual que yo. Pensaba ‘si muero ahora, dolerá al principio, pero dolerá menos que si sigo viva’”, cuenta.
Sin embargo, cuando la pareja parecía que no tenía esperanza de salir adelante, un gran esfuerzo y mucha fuerza de voluntad obraron el milagro. Poco a poco fueron controlando su adicción al alcohol y se centraron en el trauma de Jessica y en cómo ser capaces de entenderlo mejor y dejarlo atrás. Hace 2 años se quedó embarazada y el año pasado nació su bebé, dándole a la exmilitar un motivo más para vivir.
“Ha sido un duro y largo camino. Quiero estar ahí para él y para otros niños que podríamos tener en el futuro. No quiero que tenga el pensamiento en la cabeza que yo no le quería lo suficiente como para quedarme”, confiesa.
Ahora, a sus 32 años, Jessica Kenyon vuelve a ser una mujer feliz. Ha fundado dos redes de apoyo online -MilitarySexualTrauma.org y BenefitingVeterans.org-, en las que aconseja a personas que están en un elevado riesgo de suicidio. Su vida ha cambiado y espera que la de otros que están en su misma situación lo haga también.

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