martes, 5 de julio de 2011

Cuento de Ari Behn

Más triste que la cresta
Traducción del noruego de Omar Pérez Santiago

“Me encontré con ella a mediodía, entre el fandango de la gente del centro comercial. Ella era rubia y alta y muy diferente de mi –un gitano de bigote negro de mirada caliente y diabólica. Cambiamos miradas cuando ella cruzó. Pero fue todo. Todo hasta que la seguí al subterráneo, más allá de los cabinas telefónicas y directo a los baños. Yo, que siempre ataco al cuello, le grité: Ey, has olvidado algo. Y ella respondió: ¿Qué? Y yo le dije que se había olvidado de mí. ¿Te he olvidado? Respondió ella. Sí, dije yo y ella sonrió y me jaló dentro de uno de los baños. Cerró la puerta y me besó sin más trámite. Ella era tan noruega y deliciosa. No hubo error, pues bajo toda esa frialdad estaba llena de sangre hirviendo. Le rompí los jeans y la tomé con su chaqueta de tweed puesta. Ella se corrió conjuntamente conmigo y continuamos un poco más. Pero luego nos abrochamos y salimos del centro comercial. Ningún nombre. Ninguna palabra más. Nada. Solo un pequeño palmoteo y una sonrisa y ella había desaparecido.”

-“Por la cresta, Kare, muy banal”, dijo Richard Hageberg. El era director de cine y estábamos sentados hablando sobre buenas historias que podían ser películas.
“Banal, huevón, pero una historia completamente cierta.”
“Pero… pero tú estarás de acuerdo que tales historias sólo se oyen como tontas fantasías de adolescentes. El sueño de una dama deliciosa, dama desconocida que se deja tomar sin compromiso, unos minutos después de haberla visto por primera vez. Bastante tonto, ¿o no?”
“¿Tú no crees que es verdad?”
“¿Verdad? Sí, no dudo que tú tiras 15 veces al día. Pero no se hace una buena película con eso.”
“¿No son esas cosas las que exactamente ocurren en las películas?, dije yo.
“Sí, ¿verdad? Sólo clichés por todas partes.”
“Es terrible.”
“Triste”, dijo Richard.
“Más triste que la cresta”, dije yo.

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