miércoles, 6 de abril de 2011

Datación de los dólmenes de Antequera

Lamentablemente las investigaciones sobre los tres megalitos de la comarca antequerana, Menga, La Viera y El Romeral, se han limitado a seguir los procedimientos típicos para establecer su antigüedad, obviando el posible carácter astronómico de las construcciones y considerando exclusivamente la finalidad funeraria. Este último punto es muy discutible, ante mi entender, como trataremos más adelante.
Para ello, los autores, han seguido los métodos de la estratigrafía y la seriación. Sin embargo, otros más exactos como el Carbono 14, la termoluminiscencia, Potasio Argón o la serie de Uranio, no han podido ser evaluadas al no hallarse, en las dos más antiguas, restos que permitan éste tipo de analítica. El problema más inquietante y complejo es su posición cronológica ya que las representaciones rupestres halladas son establecidas mediante comparaciones con los elementos que integran el arte mueble. Sirva el siguiente ejemplo: supongamos que dentro de 5.000 años se investigan los restos de una casa andaluza. Los arqueólogos encuentran un ordenador que corresponde se fabricó en el año 2000 por comparación con otros hallazgos similares. Junto a esos restos hay un cuadro. Automáticamente será datado como de la misma fecha, es decir, del año 2000, aunque en realidad se trataba de una reliquia del siglo II que perteneció a los miembros de esa casa. En éste ladino ejemplo existe ya un error de datación de 1800 años.
Trasladémonos de nuevo a la cueva de Menga. El enclave ha sido utilizado, hasta hace pocos años, como refugio de pastores y sus ganados. Mucho antes lo fue por distintas culturas.
Las teorías de los arqueólogos suponen que se trató de una tumba colectiva, pero no se hallaron restos humanos enterrados en ella, si bien es posible, como veremos más adelante, que fueran saqueadas.
Actualmente se da por válido el hecho de que la cueva de Menga fue construida entre el 3000 y el 2500 a.C. Sin embargo, recientes investigaciones con el empleo del C14 en muestras del suelo, le dan una antigüedad considerablemente superior, el año 4000 AC, es decir, hace 6000 años.

El origen de los dólmenes.
Con la cultura neolítica surge una nueva espiritualidad que modifica la visión que el hombre tiene de su propio universo. Las creencias del hombre agricultor tiene que ver con los elementos de la naturaleza: lluvia, sol, viento, tierra, de los que depende para garantizar su subsistencia. Estas nuevas convicciones se materializan en la construcción de megalitos, un modo de expresar las primeras manifestaciones religiosas y plasmar la idea del renacimiento eterno. Los menhires actúan como mediadores entre el hombre y las fuerzas poderosas del cosmos. Son elementos simbólicos permanentes, que el hombre erige con una voluntad expresa de eternidad. Stonehenge y Menga, están orientado hacia el solsticio de verano. Los rayos de sol, en el último caso, inciden contra la profundidad de su cámara tras atravesar más de 20 metros de recorrido. Aún así, los arqueólogos señalan un origen tradicionista a la construcción de éstos megalitos, esto es, los consideran una vuelta intuitiva a las cavernas, lugar de refugio durante milenios del hombre primitivo. Sin embargo, tras un largo periodo de investigación del terreno y meditación, puedo concluir que, en los casos que estudiaremos dejan de tener sentido. El presunto "culto a las cuevas" se pudo haber mantenido sin necesidad de construir simulacros artificiales de tan laborioso esfuerzo. A varios kilómetros de distancia encontramos cuevas naturales algunas de las cuales fueron utilizadas por culturas prehistóricas como la de la Pileta (Benaoján), la de Nerja, la de Doña Trinidad (Ardales) o Cueva Navarro (Cala del Moral), sin mencionar todas las que encontramos en la provincia de Almería. Otras ni tan siquiera fueron disfrutadas aún cuando se hallaban más cercanas.

Nueva visión de la "cueva" de Menga
La Cueva de Menga es la más antigua de las tres. En una de mis últimas visitas al lugar me sorprendió el comentario de un viajero madrileño: "yo he estado en Egipto pero aquellas piedras con las que construyeron las pirámides si bien colosales, eran relativamente manejables. Estas, la de Menga, son descomunales e increíblemente desproporcionadas para ser trasladadas y siendo más antiguas".
Efectivamente, una de las losas que forman la techumbre pesa un mínimo de 180 toneladas. Dicho cálculo se ha efectuado midiendo sus proporciones (6m x 7m). Es decir, éste solo bloque tiene una superficie de 42 m2. En total existe un mínimo de 33 bloques pétreos de similares características que se suponen proceden del Cerro de la Cruz, situado a más de un kildel lugar y de acceso penosamente escarpado. La tracción animal no era conocida por lo cual se cree fueron ómetro trasladadas mediante el empleo de grandes troncos de madera y gran cantidad de energía humana. Pero algo no encaja.
Si observamos con detenimiento cada uno de los bloques (foto 1) comprobaremos la relativa perfección de sus bordes. No parecen haber sido golpeados o erosionados por el largo traslado. Además, la mayoría de estos bloques son de una terminación exquisita que llegan prácticamente a encajar los unos con los otros (foto 2). Si a ello unimos el que no se ha demostrado la existencia de un asentamiento humano de consideración en aquellos parajes y en aquellos tiempos, surgen ciertas preguntas que intentaremos responder más adelante. ¿Por qué se molestaron aquellos hombres en construir una "tumba" en un lugar deshabitado, utilizando piedras pesadas y no manejables?
El monumento de Menga, está orientado al Este. Como hemos dicho, aún en nuestros días los rayos del solsticio penetran hasta el fondo de la "cueva", iluminándola hasta en sus más recónditos espacios. La longitud de éste monumentos es difícil de calcular dada la desaparición de algunos de los componentes de la entrada original. Toda ella se encuentra en la actualidad cubierta por un cúmulo de tierra y piedras de un diámetro de 50 metros y que actualmente tiene una altura de aproximadamente 12 metros. En la figura 1 he intentado representar el estado actual del dolmen tal y como lo conocemos. En la figura 2 represento la apariencia original del monumento. Téngase en cuenta que en éstos 5000 años, probablemente 6000 la erosión producida por las lluvias, nieves y vientos ha debido de dejar una huella que a estas alturas de la investigación no puedo precisar con exactitud pero que es fácilmente sospechada. Hace 6.000 años se nos presentaba una gran llanura, apenas sin árboles. A lo lejos veríamos una gran construcción, bien acabada, cubierta con finas láminas de pizarra. Algo único para los ojos de lo escasos habitantes de aquellas regiones frías. El monumento, de una altura de 30 metros y con un diámetro de 70 aparecía majestuoso, empequeñeciendo al hombre que lo contempla. Al amanecer, el Sol señalaría un lugar especial, la entrada, posiblemente camuflada. Algún que otro año, unos extraños visitantes, tras un complicado ritual, se acercaban y, tras una manipulación de artefactos, abrían aquel vestigio, accediendo a su brillante interior. Entonces comenzaba la ceremonia." Esta imagen que he intentado reproducir es de fácil intuición si nos alejamos lo suficiente del lugar. A un kilómetro de distancia, por ejemplo, observaremos una protuberancia en el terreno que destaca sobre todo lo demás. Sólo unos cipreses colocados recientemente, impiden revivir la imagen ancestral.
Me ha resultado hasta el momento imposible demostrar la apariencia original del monumento en aquellos tiempos. ¿Se acumuló tierra sobre él de forma anárquica o se pretendió conseguir una figura geométrica concreta? Todo apunta al segundo extremo. Una vista aérea del terreno nos da la respuesta, al menos aparente. El aspecto, como hemos comentado, debía ser perfectamente circular. Sin embargo estoy en condiciones de poder afirmar que su aspecto original pudo ser piramidal, de cuatro lados perfectamente alineados. Esta afirmación, que puede parecer frívola, será complementada con los estudios realizados en Viera y el Romeral y podrían ser concluyentes si dispusiera de algunos medios que, posiblemente en unos años, estén a mi alcance.
A esta altura de la tesis cabe resaltar un último e importante apunte referente a "Menga". El monumento presenta una característica inusual. No existen pinturas, o restos de ellas, en todo el monumento. Sin embargo, a un metro de la entrada, a la izquierda y casi a tres metros de altura, destacan cinco incrustaciones en la piedra (figura 3). Los arqueólogos las han definido como figuras "antropomorfas". Efectivamente, dos de ellas podrían representar a hombres con los brazos en alto propio del arte prehistórico esquemático, inusual en el sur peninsular. Otras dos representan cruces, demasiado esquemático a mi parecer para representar a una persona. La última es clara, deliberadamente nítida. La primera impresión es que se trata de una estrella de cinco puntas, que parece señalar a los otros dos, ¿o cuatro?, dólmenes. Permítame el lector una breve meditación: "antes de conocer la existencia de aquellas figuras saque unas fotos del lugar. Al revelar el carrete se distinguía claramente la existencia de esos objetos. Tras posteriores visitas efectivamente he comprobado que existían y están registradas por diferentes autores en sus obras. Pero en aquella foto también existe otra imagen, más extraña y no registrada. El celo de los vigilantes me ha impedido por el momento comprobarlo sobre la piedra."
Hemos tratado ya el hecho de que el astro rey incidía cada mañana en la entrada de nuestro "templo" pero hay que señalar que, según cálculos bastante aproximados, la constelación de Orión sería visible desde la entrada al surgir por el horizonte. Pero dejemos ésta coincidencia para más adelante.

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