domingo, 1 de julio de 2012

TODAVÍA NO HE CONSEGUIDO TERMINAR EL CUARTO CUENTO DE MI BIOGRAFÍA.

TODAVÍA NO HE CONSEGUIDO TERMINAR EL CUARTO CUENTO DE MI BIOGRAFÍA.

Titulado “Pepe”, será el último que tenga lugar en Buenos Aires.


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RELATOS DE MI BIOGRAFÍA, por Luis Melero.

HUIDA A BUENOS AIRES

Caminaba por la calle Navas de Tolosa con la mano en la mejilla, como si así pudiera aliviarme el dolor. Que me quitaran una muela era para mí casi tan doloroso como si me hubieran extirpado un dedo. Había vuelto de Milán a Barcelona con ese único fin, porque no me fiaba de los dentistas italianos, demasiado torpes, gesticuladores y habladores, como para recordar el refrán: “Habla más que un sacamuelas”.
-Hombre, Luis, es un milagro que te encuentre…
Llevaba unos seis meses sin ver a mi amigo Quadranch, el “gris”, que era como llamábamos entonces a los policías nacionales. Casi nunca habíamos hablado más que para discutir sobre Málaga y Barcelona y sus respectivas Barceloneta y Malagueta, nombres cuya similitud semántica no conseguía explicarme.
-Vaya, Jorge, me alegro de verte.
-Te he dicho unas tres mil setecientas veces que me llamo Jordi…
-Vale, como tú quieras.
-¿Cuándo has vuelto de Milán?
-Anteayer, para ir al dentista.
-¡Qué lujos!
-Déjate de bromas. Se trata sólo de miedo. Recién llegado a Milán, tuvieron que sacarme una muela y me hicieron una carnicería…
-¿Dónde vas?
-A ninguna parte. Sólo paseo.
-Voy a cambiarme de ropa. Ven conmigo, que quiero hablar contigo.
Como Jordi Quadranch vivía en calle Viñals, en la casa de al lado de mis tíos, desanduve el camino a su lado. Tardó sólo unos seis minutos en cambiarse de ropa. Sin el uniforme, parecía casi tan joven como yo, aunque era cinco años mayor.
-Vamos –me dijo como si fuera una orden, según su costumbre.

-¿Qué has estado haciendo en Milán? –me preguntó Jordi bajo la sombra del Hospital de San Pau.
Él conocía de sobra mis proyectos cuando me marché a Milán, así que la pregunta me extrañó.
-¿Qué quieres decir?
-¿Te has hecho notar en contra de España?
Su tono me produjo frío. Aunque Jordi se había comportado conmigo siempre como un igual muy amistoso e íntimo, no dejaba de ser un policía “del régimen” y su expresión en ese momento era lóbrega. Hice memoria. Los días que pasé en Milán veía muchos anuncios de manifestaciones contra Franco y había pasado junto a algunas, sin llegar nunca a participar de verdad. No conseguí identificar algún recuerdo “sospechoso”.
-¿Cómo voy a hacerme notar? En una excursión a Florencia perdí la mitad de mi dinero, que todavía no había ingresado en un banco. He tenido que hacer cabriolas para seguir adelante con mis proyectos. Soy casi un chaval, sin dinero ni relaciones, ni influencias. ¿Qué podría significar yo políticamente?
-¿Has quemado banderas de España?
Sentí un estremecimiento.
De repente, la escena de la plaza del Duomo me vino a la mente tan vívida como el día que ocurrió.

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