domingo, 18 de diciembre de 2011

LOS DRUIDAS. Sabios celtas


Los celtas forman parte de una rama de indoeuropeos primitivos. Estos últimos constituían un tronco étnico ya poderoso hacia el tercer milenio a. C. en la región constituida actualmente por Irán, Afganistán y el norte de la India. Poseían una religión solar y un culto al fuego; se llamaban a sí mismos Aryas, hijos de Ar o Ram, el carnero solar, aquel que atraviesa las tinieblas y abre las murallas. Estos hijos del Sol se esforzaban por llevar a la práctica las cualidades del carnero solar: el sentido del sacrificio y el del debate contra las tinieblas.

Los indoeuropeos se expandieron en varias oleadas sucesivas; pueblos enteros partieron hacia poniente. Unos llegaron a España, lugar que los griegos identificaron con el Jardín de las Hespérides, fuente inagotable de conocimiento y de riqueza. Otros, los dorios, partieron hacia Grecia; otros, hacia los países nórdicos; otros, incluso, como los celtas y los germanos, continuaron su ruta hacia Occidente.


Durante el primer milenio a. C., la migración había, prácticamente, finalizado. Estos pueblos se mezclaron con los autóctonos, alimentándose de sus tradiciones e inculcándoles, a cambio, su propia espiritualidad. Los celtas eran, a la vez, pueblos guerreros y labradores. De este modo, conquistaron Europa.

Dos grandes universos van a dibujarse en esta Europa: el universo mediterráneo, amante del calor y del mundo sensible, y el universo del norte y del centro de Europa, envuelto en niebla, dotado de una gran imaginación, que se refleja en su arte geométrico, donde los ritmos y sonidos van a expresarse a través de ondas y espirales. El mundo del color (el sur), y el de sonido (el norte), se encuentran en el mundo celta, donde la geografía sagrada prohíbe la representación antropomórfica de la Divinidad. Solo se le podrá atribuir una máscara simbólica (solo se le podrá revestir de símbolos o de elementos simbólicos).
El dios Ogam u Ogmios, protector del conocimiento y de la elocuencia, proporcionará una escritura sagrada, llamada “ogámica”. Ogam está ligado a los magos. Gamma es la tercera letra del alfabeto griego (nombre de la antigua lengua indoeuropea), que, invertida, se convierte en Mag, palabra empleada por los iranios para designar a sus propios sabios. Esta palabra recuerda a aquellos que poseen el conocimiento del Fuego, y está relacionada con el poder del sonido. Cada uno de los signos de esta escritura estaba relacionado con la forma de una hoja de árbol, y esta hoja era una representación simbólica. El descubrimiento de estos conocimientos nos confirma la existencia de una civilización atada a la misma tradición, y que iba más allá de las fronteras geográficas o de la idea de nación. Fijada en clanes y federada en tribus, la sociedad celta participaba, al mismo tiempo, de una estructura fija y dinámica, que le permitía ser, a la vez, agrícola y guerrera.


¿Quiénes eran los druidas?
En la jerarquía social, los druidas eran los sacerdotes de los celtas. No formaban una casta hereditaria, dado que cualquiera podía iniciarse como druida.


Su enseñanza se componía de tres mandamientos:

1.Obediencia a las leyes divinas. Siendo Dios considerado como inteligencia cósmica (los griegos hablaban de “Logos-Inteligencia”), esta obediencia presupone que existe en el hombre el principio de voluntad, característico de la Divinidad.
2.Interés por el bienestar del medio social, es decir de la Humanidad y del clan. Esto exige una noción de amor, segunda característica de esta Divinidad con múltiples formas, que no puede ser representada.
3.Asunción con valentía de todos los embates de la vida, es decir, ser estoicos, tener una filosofía de vida. Como la Historia lo ha demostrado, estos pueblos tuvieron una gran capacidad para aguantar el sufrimiento y enfrentarse a la adversidad. Para que esto sea posible, se necesita la inteligencia: para saber callarse cuando hace falta, para renunciar cuando hace falta y para actuar en el momento preciso.
La característica de esta Divinidad, que es al mismo tiempo una y triple, es estar dividida en tres, siguiendo las tres virtudes básicas: voluntad, amor e inteligencia. Estos tres “mandamientos” pueden vivirse individual o colectivamente, y están relacionados con los tres grados de sacerdocio

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