domingo, 28 de agosto de 2011
EL ENIGMA DE kASPAR HAUSER
Gaspar Hauser, fue la sensación de los medios a principios del siglo XIX. Criado en una cueva oscura, y sabiendo decir sólo una frase, llegó un día de 1824 a un pequeño pueblo alemán, convirtiéndose en una curiosidad científica: un humano casi adulto, unos 16 ó 17 años, sin lenguaje, sin influencias externas, una hoja de papel en blanco para que la sociedad escribiera con impunidad.
Sus circunstancias y su leyenda se extendieron por toda Europa. Aseguraba que estuvo encerrado en una pequeña celda oscura la mayor parte de su vida. Su ropa con restos de seda, había sido buena en alguna ocasión. Sus piernas estaban casi paralizadas por la falta de movimiento.
Los doctores que lo examinaron informaron que el joven ni era loco ni imbécil, pero que la separación por la fuerza y con crueldad del contacto con los seres humanos desde su más tierna infancia le habían influido en su desarrollo.
El muchacho se transformó en una atracción pública. A las seis semanas hablaba con fluidez y podía leer y escribir, y al cabo de un tiempo pudo realizar una completa declaración acerca de sus primeros años de vida. Se supo por él mismo que siempre estuvo prisionero en un calabozo, desde que tenía tres años, durmiendo sobre un colchón de paja, sin sonidos y con alimento que alguien le llevaba mientras dormía. Tiempo antes de su partida, un hombre se introducía en la celda y le enseñaba a escribir su nombre y las frases que debía decir cuando lo encontraran.
Hauser siguió educándose y adquirió conocimientos de filosofía, latín y ciencias. La creencia popular sostenía que Kaspar era hijo ilegítimo de la casa real de Baden, apartado y mantenido encerrado a favor de otro heredero. Tampoco se ha llegado a saber sobre su evolución en sociedad a más largo plazo, pues falleció cinco años después de ser encontrado, el 17 de diciembre de 1833, víctima de un asesinato.
Al contrario que el niño salvaje Víctor de l’Aveyron, Gaspar no llegó a estar enteramente aislado. Aunque nunca acertó a ver la cara de su cuidador sí oyó su voz y recibió una mínima comunicación y enseñanza.
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